Los productos «light» o «ligeros» llenan los anaqueles de los supermercados con promesas tentadoras: menos calorías, menos azúcar, menos grasa… En teoría, parecen una mejor elección. Pero, ¿realmente lo son?
Según las normativas internacionales de etiquetado, un producto “light” o “ligero” es aquel que ha sido en relación con su versión original.
Es decir, no se trata de un producto “sin” (sin azúcar, sin grasa, sin calorías), sino de una versión con menor cantidad de alguno de estos componentes.
Por Ejemplo: Un yogur “light” puede tener menos grasa que su versión entera, pero no necesariamente menos azúcar.
Pero, ¿qué cambios se hacen realmente para que un producto sea “light”?
Para mantener el sabor, la textura o la duración del producto, muchas veces al reducir ciertos ingredientes, se añaden otros como:
- Edulcorantes artificiales o polioles
- Almidones modificados o gomas espesantes, para modificar la textura.
- Mayor cantidad de sodio
- Aditivos para conservar, para dar color o mejorar sabor
Por eso, no basta con leer la palabra “light” en la etiqueta. Es muy importante revisar los ingredientes y saber qué estás consumiendo realmente.
Porque “light” no siempre es sinónimo de mayor calidad nutricional. Un alimento puede tener menos calorías, pero también ser:
- Pobre en fibra y poco saciante
- Rico en aditivos que pueden alterar la digestión o la microbiota
- Ultrapalatable (y fomentar el consumo excesivo)
Además, muchas personas caen en la idea de: “como más porque es light”, sin darse cuenta de que la cantidad también importa.
Los productos “Light” pueden tener su lugar en ciertos contextos:
- Personas que necesitan controlar su consumo de grasa o azúcar por razones médicas.
- Fases de transición hacia una alimentación más equilibrada.
- Estrategias específicas dentro de un plan nutricional guiado.
Pero nunca deberían ser el centro de tu alimentación.
¿Qué tener en cuenta al elegir productos “light”?
- Revisa la lista de ingredientes. Si el producto tiene muchos nombres raros o aditivos que no reconoces, piénsalo dos veces.
- Mira el tamaño de la porción.
- Prioriza alimentos reales. Frutas, verduras, proteínas de calidad y grasas saludables no necesitan etiquetas para ser saludables.
- Consulta con un nutricionista. No todo lo que parece saludable se adapta a tus necesidades reales.
Los productos “light” no son el enemigo, pero tampoco la solución mágica.
Lo más importante es que aprendas a tomar decisiones informadas, que tu alimentación se base en alimentos reales y que no te dejes llevar únicamente por lo que dice el empaque.
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